25 abril 2013

SENTIRSE AMADOS DE NIÑOS ES....

Sentirse amado de chico es clave para un futuro líder

11/02/13
Los adultos proyectamos grandes expectativas sobre el futuro de los niños. Nos importan básicamente dos áreas: que sean felices y que tengan éxito. Sobre la felicidad –al ser una idea tan difusa– preferimos confiar en que simplemente sucederá. En lo concerniente al éxito, suponemos que va asociado al liderazgo y que habrá que enseñarles algo concreto al respecto. Sin embargo, el verdadero líder es aquel que despliega su fuego interior a favor de un objetivo. Es alguien que confía en su propia intuición y que es compasivo con los demás, al punto de saber cómo extraer de cada individuo las virtudes ocultas. Ese nivel de seguridad, visión, plenitud y alegría no se enseña, sino que se experimenta en el devenir cotidiano. ¿Cómo? Sintiéndonos amados cuando fuimos niños. Sabiéndonos valiosos a ojos de nuestros padres por ser quienes somos. La seguridad y la confianza básicas se adquieren –o no– durante la primera infancia, en la medida que obtengamos un alto nivel de presencia, disponibilidad, amparo, atención, comprensión, cuidados y palabras prodigadas por adultos maduros y altruistas. Si obtenemos cada día aquello que necesitamos y si nuestros padres permanecen cerca de nuestro universo emocional –traduciendo la complejidad de las experiencias vitales– sencillamente creceremos seguros y sabremos que nadie puede quitarnos nada. El hecho de sentirnos amados nadie nos lo podrá robar. Por eso al llegar a adultos, nos convertiremos espontáneamente en líderes, teniendo todo para derramar en el prójimo: objetividad, creatividad, fuerza, voluntad, energía y eficacia. Y algo más: seremos capaces de pensar más en el otro que en nosotros mismos, porque sabremos fehacientemente que no necesitaremos nada. Comprenderemos el punto de vista del otro. Honraremos las diferencias porque no precisaremos defender ni nuestras ideas ni nuestras certezas. Si pretendemos que nuestros hijos se conviertan en líderes, ahora es el momento para amarlos, acariciarlos, dedicarles tiempo, escucha e interés genuino. La ternura y el amor los convertirá en individuos conectados con su propio destino.
*Escritora y terapeuta familiar Laura Gutman

SÓLO UNA IMAGEN

16 abril 2013

PRIVACIDAD DE UN NIÑO

EL PODER DE LOS ABRAZOS Y EN LOS NIÑOS


Abrazos, el secreto de la buena salud

Rodear con los brazos a los otros (pareja, familia, amigos, etc.) tiene innumerables beneficios: baja el estrés, previene enfermedades, aumenta la autoestima y hasta produce felicidad. Las claves de esta reacción química y el efecto en los niños.

Edición Impresa: domingo, 14 de abril de 2013

Verónica de Vita

Si el día es agobiante, si el estrés se torna inmanejable, si en algún momento nos sentimos solos o la tristeza nos invade, hay una solución mejor que un ansiolítico o un antidepresivo. Un buen abrazo puede derribar todas estas barreras que impiden alcanzar el bienestar.

Los entendidos aseguran que los efectos son inmediatos y se extienden a largo plazo. Y lo mejor: es gratis, no lleva demasiado tiempo y es sano. Sin embargo, algunos se preguntarán cuánto hace que no abrazan a alguien y para muchos es más difícil recibirlo que darlo.

Este simple gesto de extender los brazos en torno de alguien tiene efectos verdaderamente sorprendentes y poderosos. La lista es larga: contribuye al bienestar, mejora el estado de ánimo, aumenta la confianza y seguridad, reduce el miedo social, produce empatía y actitudes generosas, atenúa el dolor y produce felicidad.

Además actúa sobre el cerebro: influye en el comportamiento, el aprendizaje y la cognición en general. Como si fuera poco, ayuda a retrasar el envejecimiento, reduce el apetito, relaja y fortalece el sistema inmunológico, por mencionar algunos beneficios. Como consecuencia, previene muchas enfermedades.

Pero no se trata de una cuestión mágica sino de algo absolutamente científico. El abrazo produce una serie de reacciones a nivel orgánico, concretamente la liberación de ciertas hormonas, que tienen efectos en los aspectos mencionados.

La endocrinóloga Graciela Ovcar, especialista en psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE), explicó que al producirse el abrazo se segregan ciertas hormonas "que actúan como en red, provocando una reacción en cadena", como si unas activaran a las otras.

"Es el estímulo que activa esta red química" que actúa a nivel psicológico, neurológico, endocrinológico y sobre el sistema inmune. Así, la serotonina, las endorfinas, la dopamina y la oxitocina se ponen en acción y en menor medida el glutamato.

Aunque tienen muchos efectos, a grandes rasgos la serotonina está vinculada al estado de ánimo; la dopamina es "de amplio espectro" e influye sobre la motivación, el placer en todos sus aspectos, da una sensación de objetivo logrado, la atención, la memoria y el aprendizaje; las endorfinas, por su parte, producen bienestar; finalmente, la oxitocina es la llamada "hormona del amor" y se relaciona con lo conductual y emocional, con el afecto maternal, el cuidado y la protección.

El alfabeto emocional
Estas hormonas desencadenan reacciones a nivel biológico y psicológico para producir bienestar en lo inmediato y prevenir enfermedades a largo plazo. "Generan condiciones positivas y mejoran la salud", dijo Ovcar. "Si tengo pensamientos positivos y agradables tendré emociones relacionadas con la alegría y el disfrute e influencia en neurotransmisores y hormonas", agregó la doctora.

Y mencionó lo que se llama "alfabeto emocional": "Cada pensamiento genera una emoción y cada emoción moviliza un circuito hormonal que tendrá impacto en los 5 trillones de células que forman un organismo".

Así, se habla de conductas "S", como serenidad, silencio, sabiduría, sonrisa, sueño, que generan actitudes "A": ánimo, amor, aprecio, amistad, acercamiento.

Pero los especialistas también hablan de conductas "R": resentimiento, rabia, rencor o reproche que llevan a actitudes "D", en las cuales se pueden incluir desánimo, desesperación, desolación y depresión. Esto ocurre porque se produce una alteración en los niveles de cortisol, que es otra hormona muy noble pero que debe ser secretada en la medida justa.

Las conductas y actitudes negativas lo aumentan o disminuyen conllevando estrés y enfermedad. El desequilibrio en el cortisol es "corrosivo", señaló Ovcar, y daña la memoria, el proceso de aprendizaje, el aparato digestivo, aumenta la tendencia a la obesidad, predispone a las enfermedades autoinmunes y baja las defensas.

"En ambientes disfuncionales, donde hay muchas condiciones de tipo R, se generan integrantes que tienen actitudes D", señaló la endocrinóloga.

En este sentido se preguntó: ¿cómo va a estar motivado un empleado en un ambiente laboral tenso o desagradable o con un jefe que ejerce mucha presión? Entonces, un abrazo, que es una intervención rápida en esta red, permite alcanzar nuevamente el equilibrio.

También colabora con un ambiente de armonía, mayor empatía y comunicación, un mejor trato con el otro, aspectos que en definitiva cumplen la misma función de restablecimiento. Y además contribuyen el autoconocimiento y el ejercicio físico de tipo aeróbico, especialmente caminar.

Abrazar a los niños
Las muestras de afecto y el contacto físico tienen efectos muy positivos sobre los niños, especialmente hasta los tres años.

John Bowlby postula en su "Teoría del apego" que los seres humanos tienden a buscar lazos estrechos que les brinden seguridad, protección y apoyo, y a través de esta motivación construyen vínculos fuertes que los soportan en su exploración del mundo, explicó la psiquiatra especialista en PNIE Celia Del Canto.

"En estas etapas tempranas de la vida el cerebro del niño es altamente plástico y las alteraciones de la relación madre-hijo inducen cambios en la densidad de receptores a distintas hormonas y neutro transmisores y dejan huellas en la corteza prefrontal, fundamentalmente en los procesos cognitivos, motivacionales y de las funciones ejecutivas, lo cual aumenta la vulnerabilidad a ciertos trastornos psiquiátricos", detalló Del Canto.

Además, señaló que la separación de la figura de apego (materna) aumenta la vulnerabilidad al estrés, produce cambios en la función del sistema inmune, altos índices de ansiedad, agresividad y aumenta el riesgo de adicciones.

Ovcar es contundente en este sentido: "Un niño que no recibe abrazos corresponde a un adulto rechazado o a un ambiente laboral disfuncional".

Si el pequeño procede de una familia disfuncional (con conflictos) falta de afecto, no estará motivado, lo que afectará su memoria y no tendrá un adecuado proceso de aprendizaje. Por otra parte, la oxitocina actúa como un ansiolítico para el bebé, mejora el sueño y disminuye la respuesta al estrés, de allí la importancia de la especie de abrazo que se produce durante la lactancia.

En definitiva, los padres preocupados por el bienestar, la salud y la felicidad de sus hijos deberán agregar a sus actividades diarias dar abrazos a sus hijos. Muchos van más allá y postulan que cuatro abrazos por día es lo mínimo para no estar desnutrido desde lo afectivo, mientras que seis permiten el bienestar.

07 abril 2013

POSTPARTO EL AGOTAMIENTO DE LAS MADRES

« Grupo de Lactancia Febrero 2010                                 Una joya »

El agotamiento de las madres

A continuación, queremos compartir un capítulo del libro de Isabelle Filliozat “LOS PADRES PERFECTOS NO EXISTEN”, porque a veces resulta muy útil poner nombre a lo que sentimos y desde ahí, centrar nuestra atención en las necesidades de la madre para que ésta pueda ser útil a sus hijos, y no se limite a servirles. Esperamos que disfrutéis de la lectura, no os dejará indiferentes, os lo aseguramos.
EL AGOTAMIENTO MATERNO
Tres asientos delante de mí, en el tren de alta velocidad, viaja una mamá acompañada de sus dos hijos que cada vez se va poniendo más nerviosa. De repente, levanta el tono de voz y dice en tono amenazador:
—¡Vas a cobrar!
Los demás pasajeros se miran, molestos… Nadie interviene. Ignoro lo que estarán haciendo los niños, pero el nerviosismo de a madre sube un grado:
—¡Ya lo verás, vas a cobrar! ¡Te lo has ganado!
Decido abandonar mi lectura, y me acerco al trío:
—Se la ve nerviosa… ¿Necesita ayuda?
—No, gracias.
—Si…
Insisto con delicadeza.
—Sí, gracias, estoy agotada.
Me instalé a su lado para jugar un poco con los niños. Mi mera presencia ya los había calmado. La intervención de un tercero siempre suaviza las cosas, a condición, por supuesto, de que no se dedique a echar más leña al fuego…
Cuando estamos agotados, no podemos pensar en todo. A duras penas conseguimos atender lo más urgente. Aquella madre había conseguido colocar a sus hijos y el equipaje en el tren, había pensado en proveerse de comida y bebida, pero había olvidado coger algo para que se distrajeran. Estaba extenuada y no contaba con los recursos necesarios para distraerlos.
Violaine Guéritault* dice: «Estaba llenando la lavadora mientras oía el ruido de fondo que armaban mis dos hijos al pelearse por enésima vez durante la mañana. De repente, se oyó un tremendo golpe seguido por los aullidos de mi hija. Y me quedé quieta, inmóvil, creo que pensé en algo así como “del suelo no pasa”, o “si grita, es porque aún está viva”. Entonces acaba de llenar la lavadora como una autómata. No sentía nada. Había dejado de pensar como una madre».
Era el detonante. Violaine Guéritault estaba preparando su doctorado sobre elburn-out profesional (*L’épuissement maternel et comnient le surrnonter, Violaine Guéritault, Odile J cob, 2004. Un libro de lectura imprescindible). Inmediatamente relacionó lo que acababa de vivir con su trabajo. En su oficio de madre, estaba atravesando por una fase de burn-out. ¡El agotamiento profesional no es exclusivo del mundo de la empresa, sino que también está presente en el hogar!
Los padres recién estrenados están expuestos a padecerlo. Todas las madres, hasta las que se muestran más serenas, tienen
una vida cotidiana muy estresante. Una multiplicación de tareas repetitivas, poco o nulo reconocimiento respecto a su labor, horarios demenciales, un montón de situaciones que escapan de su control, imposibilidad de concentrarse en una tarea sin verse interrumpida al menos diez veces… ¡Las 24 horas del día y 365 día al año sin fecha de caducidad…! ¡Porque es imposible dimitir del oficio de madre!
Así pues, si los bebés son tan maravillosos… ¿por qué las madres se agotan tanto? ¿No será que la causa de su agotamiento resida, precisamente, en que no pueden quejarse de «lo maravillosa» que es su situación?
Violaine Guéritault establece la lista de los agentes estresantes en la vida de la madre:
• El trabajo materno implica volver a hacer mil veces las mismas tareas. Tiene que lavar y limpiar. Todo vuelve a estar sucio algunos minutos más tarde, privando a la mujer de ese sentimiento de tarea hecha que da sentido y energía al trabajo.
• Una madre vive numerosas situaciones sobre las que no tiene ningún control. Le gustaría ser capaz de proteger a su hijo de todo, pero a menudo se ve impotente. Y no sólo estamos hablando de accidentes o de percances que requieren hospitalización, sino también, en la vida cotidiana, de los cólicos del lactante, de los dolores de la dentición o de las picaduras de avispa…
• Si hay algo que caracterice a los niños pequeños ese algo es la imprevisibilidad. Por mucho que la madre se planifique el día, lo más seguro es que sus previsiones acaben patas arriba. Justo en el momento en que sale para encontrarse con una amiga, cuando va a colocar al bebé en el cochecito, se da cuenta de que tiene que cambiarle los pañales… Aunque usted sea muy organizada, su pequeño acabará desestabilizándole el horario. No es nada raro que, al llegar la noche, algunas madres, sintiéndose abatidas, lleguen a pensar eso de «no he hecho nada en todo el día».
• Todo trabajo merece recompensa… No obstante, parecería que eso no se aplica al trabajo de madre. Se la idealiza y honra como es debido el Día de la Madre, pero en su vida diaria recibe muy poco reconocimiento por parte de los demás; para la gente, no hace más que cumplir con su deber.
• A todo ello hay que añadir que una madre no tiene derecho a cometer errores. Ella misma se pone el listón muy alto, y se desespera al comprobar la diferencia existente entre el modelo de lo que querría ser y lo que vive cada día.
¿Quién se encarga de apoyar a las madres? En el plano psicológico, la mayoría de las veces están solas frente al niño. En ocasiones, pueden acudir a alguna institución de las que se dedican a acoger a las madres y a los bebés durante unas horas, pero por lo general cuentan con pocos lugares preparados para escucharlas. La inmensa mayoría de la gente prefiere creer que, para sentirse felices y colmadas, les basta con estar junto a sus adorados y encantadores hijos. No quieren oír que a veces les entran ganas de estrangularlos. ¿Y qué pasa con el marido?, pues que, cuando éste vuelve del trabajo, o bien ella no se atreve a pedirle nada por temor a que vuelva a salir pitando, o bien descarga sobre él tal avalancha de quejas, que el pobre hombre no sabe qué hacer con ellas. También puede suceder que su marido le conteste que ella no tiene que volver a trabajar, o que Martine —o lo que es peor, su madre, es decir, su suegra—, sabe arreglárselas bien… En resumen, no se puede decir que la apoye demasiado.
En general, la mujer que se queda en casa se encarga de todos los quehaceres domésticos. En vez de intentar ayudarla para que no se canse en exceso, algunas veces el marido hasta espera que también se ocupe de él. «¿Una asistenta? ¡Ni pensarlo!», se dicen más o menos conscientemente las mujeres. «Si mi madre podía con todo, ¿por qué yo no?» Además, muchos maridos no ven la necesidad de ese gasto «ya que no tienes otra cosas que hacer durante todo el santo día».
Reconozcámoslo, es indudable que cuando el reparto de las tareas del hogar no está equilibrado, el amor que la madre siente por su hijo puede salir perjudicado.
¿Les parezco trivial? ¿Opinan que exagero? ¿O acaso son de
los que creen que el amor de una madre no puede depender de la vajilla o del aspirador? ¡Pues yo afirmo que sí!
Demasiada ropa que lavar, demasiados suelos que fregar, demasiados platos que cocinar y lavar… Todo ello puede llegar a alterar la capacidad de amar de una madre.
De hecho, no es tanto la tarea en sí misma la que obstaculiza el amor como el sentimiento de injusticia. Una injusticia que rara vez se ve reconocida como tal. Una injusticia que se halla resumida en esta constatación cotidiana: cuando él le cambia el pañal al bebé, lo encontramos maravilloso, pero cuando lo hace ella, nadie la admira. Es lo «normal». Un hombre, que ejercía de padre de familia, un día me dijo: «Día tras día me doy cuenta de lo injustas que son las cosas para mi mujer. Si yo hago cien, me felicitan y me adulan, pero si ella hace mil, nadie lo ve». Este padre mostraba un grado de concienciación bastante excepcional tanto entre los hombres como entre las mujeres. Y hasta cuando dicha concienciación existe, lo normal es que la injusticia no desaparezca porque está grabada en lo más profundo de la sociedad. Con todo, también hay otros maridos menos sensibles que no consiguen ver el problema, y que hasta pueden llegar a desvalorizar, humillar y culpabilizar a sus mujeres cuando se quejan o no logran alcanzar sus objetivos.
En el hogar, muchas veces la mujer se ve obligada a reprimir la ira: la relacionada con la frustración, con la injusticia, y a veces que le provoca la herida que le inflinge un marido inconsciente cuando no poco delicado.
Las mujeres que viven solas tienen tantas dificultades como demás. El rencor que se mantiene en secreto es lo que impide que florezca el amor, y no la falta de un hombre.
La sociedad espera que las mujeres sepan ejercer bien su papel, como si fuera algo innato. Tienen fama de ser buenas profesionales, mientras que algunos hombres no pasan de ser considerados meros aficionados. Pero la realidad es que no saben mas que los hombres. Bien es verdad que las mujeres secretan las hormonas del afecto y que llevan el biberón integrado en su cuerpo, pero en sus genes no hay nada inscrito acerca de cuál es la mejor marca de pañales, de las vacunas o de las relaciones con los profesores. Por no hablar de que tienen que ir adaptándose continuamente. Con los hijos nunca puede darse nada por ganado: los niños crecen y cambian. Y no hay dos hijos iguales.
Al cabo de un cierto tiempo, la madre no puede más. Violaine Guéritault* describe muy bien la primera fase del burn-out: el depósito de energía se vacía. La madre padece agotamiento emocional y físico provocado por la necesidad de ir adaptándose permanentemente.
Si la madre no encuentra ayuda ni apoyo, si no puede liberar su sobrecarga de estrés, corre el peligro de llegar con bastante rapidez al segundo estadio: el de la despersonalización y el distanciamiento.
¡Ella sabe que tiene que seguir funcionando pero no sabe cómo! Su única salida consiste en separarse inconsciente y emocionalmente de la fuente del estrés, con el fin de minimizar las fugas de energía y de continuar realizando, como un autómata, las tareas de las que no se puede librar. La madre agotada se ocupa de su hijo, pero sin afecto. Lo hace, y punto. Todas nosotras hemos pasado por esos momentos de completo agotamiento. Hacemos lo que toca que hacer: preparar la comida, vaciar la bañera, quitar la mesa y acostar a los niños, pero todo de un modo automático
Cuando el agotamiento nos invade, ese modo automático se vuelve permanente. La madre se aleja cada vez más de sus hijos. Ya no está afectivamente a su lado. Cuando una madre se siente sola cae en la depresión. Es cada vez menos eficaz, todo le pide un esfuerzo inmenso y pone en duda sus capacidades. Ciertas tareas que antes llevaba a cabo, como telefonear o rellenar formularios, le parecen algo irrealizable. Poco a poco, se va deslizando hacia la tercera y última fase del burn-out. Gritos, golpes, castigos…, la madre hace todo aquello que nunca hubiera querido hacer a sus hijos, con el resultado de que, evidentemente, las cosas empeoran; es un círculo vicioso. La clase de madre que ve en sí misma, es decir, aquella en la que cree haberse convertido, está tan lejos de la madre con la que soñaba llegar a ser, que hasta puede llegar a preferir borrar de un plumazo todos sus proyectos. Después de haber perdido la motivación y con la autoestima por los suelos, reniega de todo lo que ha hecho, de todos sus logros, pasados, presentes y futuros.
Y aunque no todas las madres caigan en la depresión, una inmensa mayoría —por no decir todas— pasan por una fase fugaz, recurrente o prolongada de agotamiento.
El burn-out no aparece porque la mujer sea un ser más o menos frágil. Ni tampoco por el hecho de que el pasado de una mujer haya sido más doloroso que el de otra, sino que es el resultado de la interacción con su entorno. De nada sirve darle medicamentos, ya que no es a ella a la que hay que atender, sino a su entorno, que tiene que sufrir una remodelación. Asimismo, no es una patología exclusiva de las mujeres. Una pediatra suiza ha demostrado que a los padres les pasan exactamente las mismas cosas cuando son los que se quedan en el hogar para ocuparse de sus bebés.
En estas condiciones tan difíciles, es fácil comprender que a veces el vaso esté lleno y que los hijos hagan que rebose. Una madre agotada, invadida por elburn-out, se desvincula de su hijo. Cada vez consigue dominarse menos. Se ve a sí misma como si fuera una prisionera y se siente explotada por su hijo. Puede rebelarse contra las exigencias de este último, viéndolo como un tirano y llegando a odiarle por ello… Y a veces ese odio puede llegar a ser tan intenso que puede llegar a borrar sus sentimientos maternales. «Me absorbe por completo —decía Camille—. No lo aguanto más. Es terrible decirlo, pero no siento nada por mi hijo. A veces me ocupo de él como si fuera un autómata, pero enseguida consigue sacarme de mis casillas. Si no hace inmediatamente lo que le pido, me vuelvo loca.»
¿Acaso Camille es una mala madre? «No es maternal», opina su suegra. Siguiendo mis consejos, Camille volvió a trabajar y poco a poco fue volviendo a querer a su hijo. Ahora le encanta jugar con él. ¡Sencillamente lo que pasaba es que se hallaba en una fase extrema de burn-out!
Emociones reprimidas, autodesvalorización, alejamiento emocional, distancia afectiva, impotencia, frustración… ¡El cóctel es explosivo! Cuando una madre «se rompe» y maltrata a su hijo, toda la sociedad tiene que asumir la responsabilidad de ello, y no ella sola.

RECIEN NACIDO DETALLES IMPORTANTISIMOS

Por Patricia Ochoa
El momento tan esperado ha llegado: tener a tu bebé recién nacido sobre tu pecho,contacto piel a piel…

En las primeras horas de vida, específicamente los primeros 90 minutos, el bebé se encuentra en un estado de alerta pero calmado, tranquilo y esto se debe a un elevado  nivel de hormonas que segrega al nacer, la madre que también se encuentra impregnada por las hormonas que le han permitido dar a luz, está en un estado de conciencia especial que la mantiene desconectada del mundo, sabe cómo coger a su bebé y cómo coordinar sus movimientos con los del recién nacido para ayudarle. Él cuenta con todas las herramientas para que en este tiempo se arrastre, por sí solo al pecho y empiece a alimentarse respondiendo a todos sus instintos. Mamá y bebé se coordinan muy bien, sólo basta respetarlos y  proteger la intimidad  madre –bebé
Después de este periodo de calma, el recién nacido pasa las siguientes 6 a 12 horas a un estado de sueño ligero y somnolencia en el que muestra poco interés para comer. Hay bebés que pueden entrar a un sueño profundo que puede durar de 24 a 36 horas en donde sólo despiertan por periodos breves, por lo que se recomienda que la primera amamantada se dé en la sala de partos aprovechando este periodo de alerta. Hay que darles cualquier oportunidad para mamar sin esperar a que lloren.
Si el bebé resulta muy dormilón, se recomienda que cada 3 a 4 horas con movimientos suaves  lo desvistan, le hablen, cambien el pañal y den un ligero masaje en la espalda, ejerciten sus  brazos y piernas y estimulen la planta de los pies para despertarlo y darle el seno materno. Resulta efectivo colocarlo contacto piel a piel, ya que algunos bebés por medio del olfato inician  la lactancia.
Cuando una mujer amamanta, los efectos de la hormona del amor (oxitocina) se dirige completamente hacia el bebé, que se convierte en el objeto de su amor, lo cual hace que la madre esté totalmente disponible frente a cualquier demanda del bebé y tener la capacidad de estar mucho más al pendiente de él.
No se debe limitar la duración de las tomas al pecho. La mayoría de los recién nacidos hacen tomas cortas y frecuentes los primeros días, además hay que recordar que su estómago es del tamaño de una canica chica y el calostro (auténtico concentrado de anticuerpos y proteínas) se digiere muy rápido. A partir de las 24 horas de vida, es muy importante intentar que el bebé coma del pecho de 8 a 12  veces al día.
Un bebé no llora con el afán de molestar o de malcriarse. Llora porque es la única forma que tiene para expresar algo, que puede ser que necesita que lo abracen, cambio de pañal, incomodidad, calor o frío, o tiene hambre.
Se ha estudiado que dejar llorar a un niño en su cuna por periodos largos trae consigo respuestas fisiológicas como: aumento en la frecuencia respiratoria, frecuencia cardiaca, tensión arterial y en la temperatura del cuerpo, pero sobretodo se incrementan las hormonas del estrés. Si los dejan llorar, los bebés terminan durmiendo, porque están agotados, además de las respuestas fisiológicas antes mencionadas.
Ante esto es probable escuchar el término “a demanda”, lo cual no significa darle el pecho cada vez que llore. A demanda significa en cualquier momento, sin mirar el reloj, sin pensar en el tiempo. Más allá, con el tiempo se irá conociendo al bebé, en tanto se trata de un proceso de adaptación, aprendizaje y confianza en la capacidad natural.
Sobre el sueño. Todos los niños saben dormir. Los fetos ya duermen antes de nacer y los recién nacidos suelen pasar más de 15 horas durmiendo. Los niños aprenden con el tiempo a no dormir, sino a estar despiertos.
El sueño, como otros proceso del recién nacido es inmaduro y dependerá de la evolución propia de cada bebé y hasta los tres meses, aproximadamente, no reconoce el día de la noche. Esto no quiere decir que una vez que reconozcan la noche dormirán de corrido, ya que cada bebé tiene sus propios ritmos en su alimentación y necesidades.
La recomendación es que el bebé duerma junto con su madre, basado en el principio de madre e hijo cercanos desde el primer momento. Así ella podrá reconocer lo que necesita y atenderlo más fácilmente. Además, se ha observado que el bebé va adoptando los ritmos de sueño de la madre, se siente más protegido porque está cerca de ella, la huele, siente su latido cardiaco y lo calienta, la madre es la mejor incubadora.
Finalmente comparto una cita a propósito del tema: “Al niño pequeño a cuyo llanto se responde ahora, más tarde será un niño lo bastante confiado para demostrar su independencia y su curiosidad. Pero el niño que se deja llorar, puede desarrollar cierto sentido de aislamiento y desconfianza y puede volverse introvertido, adaptándose a un mundo que no corresponde a su llanto”, expresado por D. Lee Salk, importante reflexionar, ¿no te parece?
Fuentes:
Horacio Reyes, Aurora Martínez. Lactancia Materna Bases para lograr su éxito.  Edit. Panamericana.Carlos González. Un regalo para toda la vida.  Guía de la Lactancia Materna.Michel Odent. El bebé es un mamífero. Edit. OB STARE.

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